
Hace varios días terminé de leer un libro que me mantuvo envuelto en su trama por varios meses. No me demoré en la lectura por culpa del libro, más bien fue mi dificultad de concentración por causa del tiempo que tenía entonces para las actividades diferentes al trabajo lo que impidió una lectura más rápida.“Con el sincero deseo que disfrutes estas páginas” dice la dedicatoria de mi ejemplar de El Arrecife, que Juan Carlos Botero, el autor, firmó. Y de verdad que no se equivocó a la hora de hablar del disfrute porque, realmente eso es lo que se vive al internarse en la serie de aventuras que componen esta historia. No solo por las aventuras en sí sino también por la forma como están contadas. Dos narradores que desarrollan la historia desde dos puntos diferentes, que pasean al lector de la subjetiva de Alejandro (el protagonista), a la memoria del que cuenta desde afuera lo que sabe, como si el relato estuviera armado de dos fuentes distintas. Cada vez que tomaba el libro, me sentía como si fuera de viaje a uno de mis lugares favoritos: El Mar. Porque la manera como describe cada ambiente, cada espacio, cada paisaje, hace que al leerlo uno se transporte y casi sienta el calor, la humedad, el olor a sal, la arena entre los pies, un sin fin de sensaciones contenidas en unas cuantas frases y emociones que van en aumento.
Creo que lo mejor que pudo pasar, fue que Juan Carlos me dijera en la entrevista que Alejandro sería preparado por su tío para una gran prueba, pues así estuve todo el tiempo esperando ese gran momento, que viene a suceder solo en el penúltimo capítulo del libro, del que no cuento más porque estaría como aquellos que le dañan las películas a los amigos contándoles el final, pero es importante decir que la acción de ese penúltimo capítulo es vertiginosa, me hizo sentir como si estuviera viendo una súper producción cinematográfica, en la que el montaje de la gran secuencia final va in crescendo, impidiendo que el espectador si quiera parpadee. Todo el tiempo estuve añorando San Andrés y cuando Ernesto(el tío mentor) habla de sus recorridos por el Pacífico, quise devolverme a aquellos lugares en los que sentí tanta paz y tanta admiración por la naturaleza. Esos días en los que ví qué tan pequeño soy (realmente mucho) pero también tan privilegiado por el solo hecho de poder ver emerger el gigante ser de una Yubarta.
Hay a quienes no les gusta este tipo de literatura. He visto comentarios bastante desobligantes de gente que seguramente ni leyó el libro. Allá ellos. A mí solo me queda agradecerle a Juan Carlos por haberme hecho disfrutar de muchos viajes a la vez durante los casi tres meses que duró esta lectura, que por ratos creo que también se demoró porque no me quería devolver de allá.